Hoy parece no hacer falta explicar qué es ser feminista. El feminismo se ha logrado despojar, al menos en parte, de la connotación negativa que le ha perseguido durante décadas. Hoy las calles se llenan de mujeres reclamando igualdad, y lo hacen de forma directa y explicita, sin miedo al levantar sus voces. El feminismo está presente en las universidades, en la prensa, entre las adolescentes y en los gobiernos – aunque en ese caso no sea siempre por elección propia. Hoy el «todos deberíamos ser feministas» de Chimamanda es algo más aceptado que antes; incluso entre aquellas personas cuyas identidades y valores se resisten a aceptar la igualdad, hay un mayor consenso sobre las injusticias sufridas por la mujer a lo largo de la historia.