No solo han sido víctimas de la delincuencia y la violencia del narcotráfico. El abuso por parte de agentes del Estado también ha sido parte de las marcas que ha dejado la intervención policial en La Legua. Territorio en el que la acción estatal ha estado lejos de lograr el control de la delincuencia y ha permitido exacerbar prejuicios hacia cientos de leguinos y leguinas. Por eso, a 20 años de que comenzara esta intervención, organizaciones de La Legua desarrollaron una jornada de reflexión junto a pobladores y académicos. Entre ellos, el profesor de nuestra Escuela.
Ya el 2016, un informe del Instituto Nacional de Derechos Humanos denunciaba el progresivo aumento de la violencia en La Legua desde el inicio de la intervención estatal. Una política que buscó el control de la delincuencia, pero que hasta ahora, 20 años después, aún no muestra una disminución de ella; con pobladores y pobladoras secuestrados por la violencia de narcotraficantes, pero también por la violencia ejercida por el Estado. Víctimas del estigma que se le ha otorgado a este territorio.
Durante años, decenas de denuncias de violencia han sido recibidas por el Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de La Legua.”Muchas de ellas involucrando a funcionarios de Carabineros”. Por ello, junto a vecinos y vecinas de la población, decidieron organizar un conversatorio sobre los 20 años de la Intervención Policial en La Legua. Instancia a la que invitaron al profesor de Psicología UC, Germán Morales, entre otros académicos y académicas.
“Estigma y Medios de Comunicación”, “Niñez, Educación y Derechos Humanos” y “Salud Mental, Dolor y Trauma”, de la cual participó el profesor Morales, fueron algunas de las temáticas de la actividad que se desarrolló durante dos jornadas en el Centro Comunitario Leni Avendaño.
Por vivir aquí…
“Dos generaciones han crecido atrapadas por las lógicas dominantes impuestas por el narcotráfico, la delincuencia y la presencia cotidiana de una policía que se ha caracterizado, no solo por su falta de eficacia en la prevención del delito y la contención del narcotráfico, sino por prácticas reiteradas de violación a los cuerpos y los derechos humanos”, fueron las palabras con las que invitaron a las/los participantes a reflexionar sobre esta realidad. Un espacio que fue abierto, en el caso de “Salud Mental, Dolor y Trauma”, por el testimonio de una vecina.
“Hace cuatro años atrás, mi hijo fue detenido andando en bicicleta, porque lo creyeron sospechoso”. Así comenzó el relato de Ana, vecina que compartió la crudeza con la que su hijo y marido habrían sido llevados detenidos por la policía. “Lo siguieron a la casa, esposaron a mi marido y le pegaron a mi hijo… él sin poder hacer nada mientras lo maltrataban. Luego mi hijo vio cómo le pegaban a su papá. Una experiencia muy dura y cruel. Mi hijo hasta el día de hoy tiene que dormir con pastillas. Está con depresión. Y mi marido siente que no fue un buen papá, porque no pudo defenderlo”.
La historia de esta mujer, que actualmente está en un proceso judicial, es la de muchos pobladores y pobladoras que se han topado con el rostro más cruel de la intervención. “Todo por el hecho de vivir acá. Porque si fuera en otro lado estas cosas no pasarían. Mi hijo menor tiene 20 años y se crió en medio de Carabineros y furgones policiales. Y la verdad es que es muy brutal vivir así… Estamos agotados, porque uno no encuentra salida. Uno no encuentra ayuda de Carabineros cuando la necesita. Y es lamentable saber que una institución, que nos debería cuidar, no lo hace”.
La cronificación de la violencia
Citando la tesis de Sofía Álvarez de la Huerta, alumna del Magíster en Psicología Clínica de nuestra Escuela, el profesor Germán Morales explicó que en La Legua existen tres violencia que se conjugan: la violencia de agentes del Estado, la del narcotráfico y la de la discriminación que sufren las y los pobladores en su inserción social. Ello da lugar a procesos emocionales que devienen en traumáticos en las familias leguinas.
“Violencia por la discriminación que proviene del estigma de una identidad desacreditada. Pobladores y pobladoras que evitan dar su domicilio como referencia, ya que muchas veces los hace objeto de actitudes discriminatorias y rechazo de posibilidades laborales. La violencia del narcotráfico y de la drogadicción que proviene, tanto de las conductas violentas de quienes consumen, pero también de quienes manejan el poder para castigar y/o otorgar beneficios. Y la violencia de los agentes del Estado, que proviene de las prácticas abusivas y denigrantes que se constituyen en violaciones de DDHH, dañando la credibilidad, ya no solo de la policía, sino que también del orden social… del Estado como tal”, señaló el investigador que también forma parte del Proyecto Colaborar. Una iniciativa impulsada por la Facultad de Ciencias Sociales UC, que busca el fortalecimiento comunitario organizacional en el territorio de La Legua.
En la actividad, en la que también estuvo presente la decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Mariane Krause, el profesor afirmó que el dolor que generan estas violencias da lugar a emociones como rabia, tristeza, desgano, miedo, dolor, que facilita el rencor hacia agentes del Estado. Para evitar la cronificación de la violencia, y sobrevivir psicológicamente, las familias leguinas tenderían a la fragmentación y disociación en los grupos familiares, inhibiendo la verbalización de emociones disruptivas. Sin embargo, estos no serían los únicos recursos a los cuales apelan. “la resiliencia, cuyo eje central sería la identidad leguina como una gran familia. El sentido de pertenencia al territorio y a la organización (histórica y actual), es fundamental.
Para el investigador, los recursos protectores que entrega la identidad leguina y el valor por la organización, que rescata el orgullo por valores como el esfuerzo, la humildad y la lucha por reivindicaciones, son fundamentales a la hora de pensar en una nueva estrategia de intervención estatal. Una estrategia que vaya más allá de lo que, hasta ahora, se ha traducido casi exclusivamente a lo policial. “Es necesario reconstruir el tejido, de manera que sean las organizaciones sociales, religiosas y comunitarias, quienes tengan el liderazgo del territorio. La Legua no solo se reduce a violencia, hay mucha vida tras ella. Por eso, es necesario establecer protocolos y sanciones claras cuando los agentes del Estado vulneren los derechos de las y los pobladores que tienen que proteger, de manera de recuperar las confianzas. Sobre todo, es necesario activar los recursos con los que cuenta la comunidad y fortalecer la identidad Leguina. Superar la estigmatización de la violencia, mostrando las diversas organizaciones e iniciativas que emergen de las pobladoras y pobladores. Porque está claro que la fórmula de la intervención policial, no sólo no asegura el necesario orden social y control del narcotráfico, sino que en nombre del mismo, existen violaciones de DDHH y estigmatización. Finalmente este espacio se transforma en un territorio donde el Estado es excluyente y abandonador, y no integrador y protector como debería ser. Hay que rescatar la organización histórica que ha tenido este territorio”.
Texto: Andrea Fuentes Uribe, periodista Escuela de Psicología UC.
Fotos: Radio La Ventana de La Legua.