En el marco de su práctica profesional, María Jesús Larraín trabajó junto a la Municipalidad de Macul y el apoyo de Puentes UC, levantando un diagnóstico de la realidad de la población LGBTIQ+ en medio de la pandemia. Precarización laboral, discriminación, y la pérdida de los espacios sociales en los cuales se sentían protegid@s, fueron algunas de las conclusiones a las que llegó la estudiante de Psicología UC. Necesidades que luego buscó abordar generando espacios de aceptación de la diversidad sexual, identidad de género, y expresión de género, sobre todo al interior de las familias.
La llegada de la pandemia no solo dejó en evidencia distintas crisis, sino que las hizo aún más profundas. En este contexto, distintos proyectos de estudiantes UC han buscado ser un aporte a la sociedad, entre los que se encuentra el desarrollado por la estudiante de Psicología UC, María Jesús Larraín.
Con el apoyo de Puentes UC, el Municipio, y los vecin@s de Macul, la estudiante realizó un diagnóstico de las necesidades de la población LGBTIQ+ para luego intervenir en la comunidad con iniciativas que permitieran, a mediano y largo plazo, generar espacios de aceptación de la diversidad sexual, identidad de género y expresión de género. Trabajo que desarrolló en un período de cuatro meses en el marco de su práctica profesional en psicología comunitaria.
Gracias al programa del Centro de Políticas Públicas, que este año cumplió 20 años articulando el quehacer académico con los desafíos públicos a nivel local, se detectó la necesidad del Departamento de Inclusión Social de la Municipalidad de Macul de generar un vínculo más sólido con la población de diversidad sexogenérica.
En esta primera etapa de caracterización, María Jesús trabajó junto a Valentina Muñoz y Vicente Reyes, estudiantes de sociología que también desarrollaron su práctica en la comuna. Un proceso que no estuvo exento de complejidades derivadas de la pandemia, ya que muchas personas no tenían acceso a internet y/o no estaban familiarizadas con las nuevas tecnologías.
Si bien el Programa de Diversidad Sexual del Municipio contaba con algunos participantes, este número se vio drásticamente reducido por la crisis socio-sanitaria. “Por eso fue todo un desafío comenzar a tejer redes para lograr identificarles. Son poblaciones que ya estaban bastante excluidas y habían llegado por alguna necesidad social. Por eso, lo primero fue contactar a quienes ya tenían cierto vínculo con la Municipalidad, para ir ampliando esta cobertura y ver quiénes estaban interesad@s en participar”, explica María Jesús. Con entrevistas telemáticas, pero también telefónicas, por la falta de acceso a estas plataformas, se identificaron las principales necesidades de la comunidad y cuáles han sido las principales consecuencias de la pandemia.
La importancia de crear espacios seguros
Tras el trabajo de caracterización, la estudiante cuenta que surgieron tres necesidades específicas. La primera de ellas tiene que ver con el desconocimiento e inexperiencia para abordar temáticas LGBTIQ+ dentro del sistema de salud público de la comuna. “Nos dimos cuenta de que había falta de protocolos y de medidas específicas, por ejemplo, si es que llegaba a atenderse una persona trans a un consultorio. Entonces mucha gente abandonó sus controles periódicos porque se sentían discriminados, porque no respetaban el nombre que aparece en su registro”.
También se identificó como una problemática la precarización laboral de quienes pertenecen a la comunidad. Un tema que no surge con la pandemia, pero que sí se ha visto profundizado en este contexto de crisis. “Hay mucha discriminación dentro de los espacios de trabajo, los cuales generalmente suelen ser informales. Si bien con los años se ha logrado una mayor aceptación frente a la homosexualidad, las personas trans, no binarias, lesbianas son quienes generalmente siguen viviendo una mayor discriminación, acentuándose aún más estas vulneraciones según clase, género, y lugar de procedencia. Muchas no pueden acceder a trabajos formales y ahora, producto de las restricciones sanitarias, quedaron sin sustento”, explica María Jesús.
El tercer aspecto fue la pérdida de redes y de espacios seguros producto del aislamiento social en pandemia. Al respecto, la estudiante señala que en el caso de la comunidad LGBTIQ+, y especialmente de las personas trans, los espacios en que sienten mayor seguridad se encuentran fuera de sus hogares. “Sus redes las tienen generalmente en las calles, en organizaciones, en grupos de amigos, ya que muchas veces sus familias les han discriminado, por lo que han ido construyendo nuevas formas de familia no necesariamente sanguíneas. Y, en contexto de pandemia, y con las restricciones de movilidad que existen, una de las principales problemáticas es que se han visto en la obligación de convivir en espacios en los que no se acepta su orientación sexual, identidad de género o expresión de género”, afirma.
Con este panorama general de las necesidades psicosociales, el proyecto avanzó a una segunda etapa de intervención. Y, conscientes de que difícilmente se podían abordar todas las problemáticas, la iniciativa se centró en crear espacios seguros para la comunidad. “Con mi supervisor quisimos trabajar la discriminación, la violencia, la vulneración de la población, generando espacios de aceptación de la diversidad sexual y la expresión de género. Para ello trabajamos mucho con las personas heterosexuales, con las familias que convivían con personas pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+. Hubo un importante esfuerzo por concientizar, sobre todo al interior de las familias, la importancia del apoyo”.
Entre las actividades que se desarrollaron en esta línea hubo algunas charlas que abordaron la prevención del suicidio y el proceso que vive la niñez trans. “Un tema en el cual había mucho desconocimiento.Familias que no sabían cómo realizar el acompañamiento, ni en qué minuto era conveniente transitar o simplemente acompañar un proceso de búsqueda sin la necesidad de transitar de un sexo o género a otro”, explica María Jesús. A esto se sumaron ciclos de cine que permitieron visibilizar las problemáticas de la comunidad y reflexionar respecto a ellas. “Creo que las artes, los espacios artísticos en general, son una herramienta muy potente para trabajar desde la psicología. Permiten trabajar desde la experiencia de lo sensible y conectarnos con emociones muchas veces ajenas, desde vivencias con las cuales se puede llegar a empatizar desde el relato cinematográfico, y por eso mostramos una película que visibilizaba la homomaternalidad, con la película “Rara” de la directora Pepa San Martín, que se sitúa desde la visión de una niña; y un largometraje documental llamado “Naomi Campbel” de la directora Nicolas Videla, en el que Yermén, una persona trans, muestra la realidad que vive en la emblemática población La Victoria. Un testimonio que da cuenta de la precarización y la vulneración de derechos que se vive de manera cotidiana”, cuenta María Jesús, agregando que también hubo conversatorios posteriores en que se invitó a las directoras y una de las actrices.
Por último, se desarrolló un encuentro comunitario de las diversidades y disidencias dentro de la comuna de Macul con el fin de crear redes. “La idea fue generar un espacio para que se conozcan y comiencen a formar vínculos para abrir espacios seguros de apoyo entre vecines de forma más auto-gestionada. Hicimos una actividad de encuentro, respetando los aforos y todas las medidas sanitarias, donde las personas vecinas y el colectivo TravesMacul, participaron activamente y en conjunto de la organización del encuentro. Se abrió un espacio muy enriquecedor de conversaciones para retroalimentar al programa de Diversidad Sexual de la Municipalidad de Macul, de forma más horizontal con lo institucional, y por otro lado se buscó generar vínculos desde los propios talentos artísticos de les vecines, con un espacio musical, en donde hubo invitación a cantantes disidentes y distintas performances”, explica la estudiante.
Violencia más allá del género
El proyecto, que se planteó el desafío de generar espacios seguros para la comunidad, no solo a corto plazo, sino que también proyectándose en el tiempo, logró establecer ciertas redes que han permitido que eso ocurra. Así lo explica Sebastián Torres, sociólogo de Puentes UC a cargo del convenio con la Municipalidad de Macul. “Creo que se sentaron ciertas bases de trabajo. Afortunadamente he visto cierta continuidad en las actividades, muy en la línea de las necesidades identificadas por María Jesús. Actualmente se están desarrollando iniciativas semipresenciales, con los aforos permitidos, que buscan convertir a la Municipalidad en un espacio seguro y abierto a las personas LGBTIQ+. Creo que el trabajo de María Jesús contribuyó a ir generando comunidad, generando un catastro de organizaciones vinculadas al tema de la diversidad sexual y expresión de género”.
Para el profesional de Puentes UC la labor de María Jesús, quien gestionó todo el proyecto, en colaboración con la comunidad, dejó una muy buena impresión no solo en su institución, sino que también en la Municipalidad. “Quedamos bastante satisfechos con el trabajo, porque María Jesús fue bastante proactiva e independiente. Tenía un compromiso ético bastante fuerte con la comunidad y se notaron sus ganas de aportar. Participó de varias actividades, no necesariamente vinculadas con el proyecto. Por ejemplo, cuando fue parte de un operativo de toma de test de VIH presencial en el Municipio. Valoramos mucho esa actitud y creo que fue un proyecto bastante redondo. Quedamos con ganas de que siga creciendo”.
Al respecto, María Jesús señala que es importante seguir desarrollando proyectos de este tipo, ya que las necesidades de la población en cada territorio son sumamente distintas. “Si bien la discriminación es algo transversal, hay que entender que esta se vive de forma diferente entre quienes se encuentran en situaciones más precarias. En ese sentido, para mí, como lesbiana que vive de una manera más privilegiada, es importante dar a conocer que la discriminación no solo tiene que ver con género, sino que también con situaciones que se viven de forma interseccional. Puede ser distinto, por ejemplo, ser un hombre gay de un estrato socioeconómico más alto, que una mujer afrodescendiente migrante lesbiana. Por eso, es necesario visibilizar esta realidad y sus matices. Las discriminaciones que se viven diariamente en la calle, para subsistir con trabajos informales, muchas veces vinculados con el trabajo sexual, que si bien es una opción libre y legítima para algunas personas, para muchas otras significa poder subsistir desde una decisión no tan libre, dado el contexto. Estos trabajos también deben ser entendidos muchas veces como una no oportunidad frente a otros trabajos. Como un cierre de puertas a tantas posibilidades que se intentaron. He aquí la importancia también de avanzar en proyectos de ley como el de Cupo Laboral Trans”
Y aunque se haya avanzado en reconocer necesidades de la población LGBTIQ+, se han invisibilizado otras demandas más urgentes y críticas. “Hay gente que está muriendo en las poblaciones. Personas que viven la discriminación y violencia de forma cotidiana. Por supuesto que es importante que se avance en derechos como el matrimonio, pero hay otras demandas que se debieran, creo yo, estar visibilizando de manera urgente a nivel gubernamental y a nivel de los gobiernos locales. A mí me tocó entrevistar a una chica que me contaba que habían matado a una amiga suya dentro de la población y que eso no había salido en ninguna parte. No salió en la prensa ni en ninguna parte, porque era trans y de un contexto social más bajo. Una situación que lamentablemente se invisibiliza en lo cotidiano y que no se problematiza del todo desde los medios de comunicación masivos y espacios más ligados a lo institucional, donde las diversidades sexogenéricas siguen visibilizándose desde cuerpos y discursos lo más apegados a la norma heterosexual”, afirma.
Texto: Andrea Fuentes Uribe, periodista Escuela de Psicología UC.
Foto: Andrés Contreras.
Fecha Publicación: 23/08/2021