Recientemente se han dado a conocer los resultados del año 2018 del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE) de Chile. Respecto al aprendizaje de la lectura, los datos de la última evaluación muestran que las mujeres obtienen mejores resultados que los hombres en todos los cursos evaluados (cuarto y sexto año básico y segundo año de enseñanza media). Esta brecha a favor de las mujeres en los aprendizajes en lectura no es algo nuevo, ya que se ha presentado sistemáticamente en todas las evaluaciones SIMCE realizadas en la última década. Además, no solo ha sido detectada a través de esta evaluación nacional, sino que también por medio de pruebas estandarizadas internacionales como PISA (Programme for International Student Assessment) y PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study).

 

Chile no es el único país que muestra este panorama de desigualdad, ya que en la mayoría de los países en los que estas evaluaciones se realizan, los hombres obtienen peores resultados de aprendizaje en lectura que las mujeres. Algo que llama mucho la atención en el caso particular de Chile, es que la brecha de género en SIMCE se ha acrecentado de forma significativa durante los últimos años, especialmente hacia el final de la trayectoria escolar. La principal razón que explica este aumento de la brecha, es la disminución en los niveles de logro en lectura de los estudiantes hombres de segundo año de enseñanza media.

¿Es verdaderamente alarmante esta situación?, ¿podría tener implicancias negativas en el desarrollo académico y personal de los varones? Existe un cúmulo de evidencia empírica que indica que la comprensión de lectura es un requisito fundamental para el aprendizaje en cualquier dominio del conocimiento. Así también, la sociedad en la que vivimos se ha vuelto cada vez más letrada, y nos exige ser competentes en habilidades comunicativas para desenvolvernos y hacer frente a las demandas de los contextos actuales. Considerando esto, la brecha de género en el aprendizaje de la lectura constituye una situación que debería preocuparnos y movilizarnos, ya que resultaría perjudicial para el desarrollo de las potencialidades personales y académicas de los estudiantes hombres. Es una situación de inequidad educativa que debemos detenernos a analizar.

¿Qué factores explican los peores resultados académicos de los hombres en lectura? Hay quienes pensarán que una de las explicaciones más plausibles de este fenómeno es que los hombres tienen menores habilidades para la lectura que las mujeres. ¿Es esa una razón plausible? La respuesta es que no: una gran cantidad de investigaciones revelan que no existen diferencias sustantivas en las habildades verbales de hombres y mujeres. Sin embargo, múltiples estudios en el contexto educativo nos muestran que las mujeres presentan una mayor motivación por la lectura que los hombres, y que este es un factor clave en los resultados de aprendizaje. Entre más motivación tiene un estudiante por un área, más se involucra en ella y, por tanto, mejores resultados de aprendizaje obtiene.

La evidencia que entregan investigaciones internacionales nos muestra también que existen estereotipos que vinculan ciertas asignaturas con lo masculino y otras con lo femenino. Las matemáticas y ciencias serían para los hombres, pues para tener éxito en dichas áreas se requiere ser alguien “racional”, “objetivo”, “metódico”, todos rasgos de personalidad que tradicionalmente se han asociado al género masculino. La lectura en cambio, implicaría ser una persona “sensible”, “tranquila”, “emocional”, es decir, poseer rasgos de personalidad que socialmente se vinculan al género femenino. De esta manera, la imagen de las personas altamente involucradas con la lectura, se alejaría de la imagen de lo que el hombre prototípicamente “masculino” debería ser. En los últimos años hemos visto cómo la brecha entre hombres y mujeres en matemática ha ido desapareciendo. El último informe de resultados SIMCE nos muestra ese panorama: no hay diferencias significativas en ninguno de los cursos evaluados. Esto indicaría que las mujeres estarían aumentando su involucramiento en un área tradicionalmente asociada a los hombres, lo que podría indicar un avance en la flexibilización de la construcción identitaria de las mujeres en torno a la “feminidad”. Sin embargo, pareciera ser que la construcción de la “masculinidad” resulta menos permeable a los cambios sociales, y es más difícil de desafiar.

Los resultados preliminares de una investigación con estudiantes chilenos de enseñanza media, que realizamos en el Programa de Doctorado en Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, arrojan también luces a la comprensión este fenómeno. Encontramos que efectivamente alumnos y alumnas presentan estereotipos de género asociados a la lectura. En otras palabras, que creen que leer es una actividad femenina. Además, encontramos que el nivel de estereotipos sobre la lectura y la identidad de género de los estudiantes influyen en cuánto les motiva leer. Entre mayor es la creencia de los estudiantes hombres de que la lectura es una actividad femenina, menos les motiva y la valoran. Por otra parte, aquellos estudiantes que más se identifican con rasgos de personalidad tradicionalmente femeninos, se sienen más motivados por la lectura. Esto muestra cómo la construcción identitaria de los estudiantes chilenos en torno a las nociones tradicionales de masculinidad y feminidad, se relacionan con su motivación lectora.

Esto nos debe hacer reflexionar en torno a la importancia de que como sociedad permitamos que hombres y mujeres se sientan en la libertad de identificarse y expresar rasgos de personalidad diversos, desenmarcándolos de un deber ser en torno a su sexo. Es necesario propiciar que hombres y mujeres tengan igualdad de oportunidades de aprendizaje y puedan elegir en base a sus verdaderos gustos y vocaciones, y no en torno al cumplimiento de las normativas sociales asociadas a su anatomía. No debemos olvidar la enorme segregación por sexo que existe en nuestro país en los campos de estudios, profesiones y oficios. Los estereotipos de género y la naturalización de las diferencias entre sexos son perjudiciales tanto para mujeres como para hombres. Impactan negativamente en sus trayectorias escolares y post-escolares. Los resultados del SIMCE nos muestran que el contexto escolar es otro de los ámbitos en los que este problema se refleja.

Es importantísimo intervenir en esta materia, incluyendo la influencia de factores psicosociales en la comprensión de este fenómeno. Aumentar la cantidad de libros; las bibliotecas de aula; el tiempo dedicado a la lectura; y el mejoramiento de la formación docente son medidas altamente relevantes. No obstante, los planes de fomento lector para los estudiantes chilenos, y otras intervenciones en esta materia, debieran incluir no solo medidas como esas, sino que también otras orientadas a revisar y cuestionar las construcciones sociales de género. Es fundamental deconstruir los estereotipos asociados a las distintas áreas del conocimiento, ya que aquello impacta en la motivación académica de hombres y mujeres. Exponer ejemplos de hombres lectores; destacar las posibilidades que la lectura abre en términos de adquisición de conocimientos; dar espacio para visibilizar y cuestionar las construcciones identitarias de los estudiantes; promover altas expectativas de aprendizaje hacia hombres y mujeres, en docentes, padres y en la sociedad en su conjunto. Aquellas serían algunas medidas que debiesen incluirse en cualquier iniciativa que busque promover igualidad de oportunidades de alfabetización.

No debemos esperar que resultados como los del SIMCE 2018 se sigan replicando y acrecentando aun más para tomar medidas. Se debe actuar ahora en pos de una educación equitativa y no sexista para los estudiantes chilenos, que esté libre de estereotipos y permita a hombres y mujeres el desarrollo de todas sus potencialidades.

Ana María Espinoza C.

Programa de Doctorado en Psicología PUC

Fuente: www.elmostrador.cl